sábado, 1 de septiembre de 2012

SOLDADO DE CRISTO - Testimonio - Anónimo

SOLDADO DE CRISTO

Un joven que trabajaba en el ejército era humillado constantemente por ser creyente.

Un día su superior queriendo humillarlo delante de la tropa o el pelotón llamó al soldado y le dijo:
joven venga aquí, tome la llave y vaya aquel jeep y estaciónelo allá al frente.
El joven soldado dijo: no se manejar…
entonces dijo el superior, pero vamos pida ayuda a su Dios, muéstrenos que el existe.
El soldado agarró la llave y mientras iba al vehículo empezó a orar, subió encendió la movilidad y manejó estacionándolo perfectamente.
Al salir del jeep, el soldado vio a todos aquellos que estaban llorando y diciendo: nosotros queremos servir a tu Dios.
El joven soldado espantado, preguntó qué está sucediendo? a lo que el superior llorando abrió el capó del jeep y le mostró que el carro estaba sin motor.
Entonces el joven dijo: están viendo? ese es el Dios a quien yo sirvo, el Dios de lo imposible, el Dios que da existencia a lo que no existe.

SEÑOR AUMENTA NUESTRA FE PARA QUE PESE A LAS CIRCUNSTANCIAS CONFIEMOS SIEMPRE EN TÍ, Y DECIR COMO ESTE SOLDADO: ESTE ES EL DIOS A QUIEN YO SIRVO FIELMENTE.

martes, 28 de agosto de 2012

QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO.


QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO.



No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano. ¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera? Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado.

Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón ; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?
Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia? Hazme, si quieres, una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes -soberbia, amor a la sensualidad y al regalo; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente... ; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales miserias.
No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos Santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad... ; y poco a poco se vieron libres de ellos.
Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte !
¿Traes ahora mismo entre manos algún Proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?
¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?
Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, adonde me place.
¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio ? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.
¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.
¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.
¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme? ¿Por qué no me haces partícipe de ella a fuer de buen amigo ?
Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreir tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas, quizá has visto disipados negros recelos, quizá has recibido faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna dificultad, o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo esto, y yo te lo he proporcionado: ¿por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: « ¡Gracias, Padre mío, gracias!»? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.
¿Tampoco tienes Promesa alguna para hacerme? Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿de privarte de aquel objeto que te dañó? ¿de no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿de no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma ?
¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga?
Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.
Recomendación: Lea todos los días los 15 minutos en compañía de Jesús Sacramentado




ORACIONES PARA ANTES DE COMULGAR




PREPARACIÓN PARA LA COMUNIÓN


Creo, Jesús mío, que estáis presente en la sagrada Hostia que ha consagrado el Sacerdote en la Santa Misa...

Creo, Jesús, que sois Dios y Hombre verdadero; que sois Dios como el Padre y el Espíritu Santo y que sois Hombre como nosotros...

Creo que como Dios estáis en todo lugar; y como Hombre estáis en el Cielo y en la Hostia consagrada...

Aumentad, Señor, la fe que tengo, a fin de que os pueda recibir dignamente...

Espero que estaréis bien conmigo, pues deseo recibiros con fervor...

Acordaos que me he arrepentido y que he propuesto nunca más pecar...

Venid a mí, Jesús mío, que nunca más os quiero dejar...

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. a un Dios en Tres Personas bendigo y canto.


ORACIÓN DEL AMOR Y CARIDAD



Qué bueno sois, Jesús mío, aun con aquellos que os han ofendido, pero que han confesado todos sus pecados...

Como el padre del pródigo recibió a su hijo, así recibís Vos con amor y cariño a los pecadores arrepentidos...

Esto me mueve, Señor, a postrarme a vuestros pies y a deciros: Os amo, Jesús, os amo...

El amor que me tenéis os movió a bajar del Cielo a la tierra, y este mismo amor os ha movido a quedaros en este Sacramento...

Por este amor me mueve también a mí a amaros; sí, os amo porque me amáis; os amo, porque merecéis ser amado sobre todas las cosas...

Por mí bajasteis del Cielo y quisisteis nacer en un pobre establo; por mí moristeis en una Cruz. Por mí lo hicisteis, Señor.

Os amo y no quiero daros disgusto alguno.

Os amo y me apartaré de todo pecado.

Os amo y quiero amaros toda mi vida.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: a un Dios en Tres Personas bendigo y canto.





ORACIÓN DE CONSTRICCIÓN Y DOLOR


Jesús, Jesús mío, me pesa de haberos ofendido, porque sois tan bueno y la misma Bondad, que queréis ahora venir a mí...

He confesado mis pecados, y en vuestro nombre me los ha perdonado el Sacerdote, que es vuestro Representante en la tierra...

Estabáis enojado contra mí a causa de mis pecados; pero ahora vuestro enojo se ha convertido en amor y compasión de mí...

Sois Santo, Señor. Me arrepiento de haber sido yo tan pecador, Perdón, Señor...

Gracias, OH Jesús, por haberme perdonado; gracias, porque queréis ahora venir a mí...

Voy como enfermo al médico, para que me cure de mis enfermedades...

Voy como ciego que no ve en el camino del cielo, al que es la Luz del mundo que me ha de salvar...

Quiero recibirte con gran reverencia y humildad, con devoción y amor, con fe y pureza.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: a un Dios en Tres Personas bendigo y canto.





LA COMUNIÓN CON MARÍA SANTÍSIMA 


MARÍA: Piensa bien en lo que vas a hacer, alma querida; vas a recibir a mi Jesús.

El alma: Sí, Madre mía, lo sé, voy a recibir a Jesús, a aquel mismo Jesús a quien tanto amábais y de quien érais tan amadas.

MARÍA: ¿Tienes ya el corazón limpio? ¿Has confesado todos tus pecados? ¿Hay alguna cosa en ti que pueda desagradar a Jesús?

El alma: SI, me he confesado y creo que no tengo pecado alguno en mi conciencia.

MARÍA: Bien, hijo mío, así agradas a Jesús y me agradas a Mí. Pero, ¿ya tienes las virtudes necesarias para comulgar?

El alma: ¿Qué virtudes son, Madre mía?

MARÍA: Has de amar mucho a Jesús; has de ser obediente, humilde y, sobre todo, pura. Has de comulgar en mi compañía. Recibe a Jesús como le recibí yo.

El alma: Yo deseo tener estas virtudes.

MARÍA: Así será buena tu comunión.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: a un Dios en Tres Personas bendigo y canto.


ORACIÓN DEL DESEO


Qué felices son ya, Oh Jesús, los que están con Vos en el Cielo; ellos os alabarán eternamente Y con ellos deseo alabaros.

Ya que no puedo aún veros en el Cielo, deseo recibiros en la tierra oculto bajo las apariencias de esa pequeña Hostia.

Oh Jesús, me he acordado de Vos y he dicho: Voy, voy a comulgar, pensando que Vos me esperáis y me convidáis a recibiros.

Esto me llena de alegría, y mi corazón os desea para unirse con Vos. Venid, Jesús, venid.
Venid y quitad de mi corazón todo aquello que pueda desagradaros.
Venid y haced que sepa trabajar para santificarme y salvar mi alma.
Venid y hacedme vuestro, siempre vuestro, en esta y en la otra vida. Amén.
Venid y hacedme santo; venid y concededme gozar de Vos en el Cielo. Amén. Amén.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: a un Dios en Tres Personas bendigo y canto.

CRISTO CRUCIFICADO



PREGUNTA DEL ALMA DE CRISTO CRUCIFICADO

 

Pues que yo perdí la vida,
hombre, por amor a ti,
tú ¿qué perderás por mí,
hombre de mí tan amado,
que tan caro te compré
con sangre de mi costado,
que a tu causa derramé
y con todo eso me fue
dulce por amor de ti?

Tú, ¿qué perderás por mí?
Por sacarte de prisiones
nací entre dos animales
y por remediar tus males,
padecí entre dos ladrones.




Mis trabajos y aflicciones
y mi vida doy por ti.
Tú, ¿qué perderás por mí?
¿Por qué llevan al pastor fatigado?
Por amor de su ganado.

A Jesús, nuestro Pastor y nuestra luz,
Llevan a tomar la cruz por cayado,
por amor de su ganado,
por sacar a sus ovejas de prisiones,
es llevado entre sayones, maniatado, 
por amor de su ganado.




RESPUESTA DEL ALMA A CRISTO CRUCIFICADO



¿Qué perderé yo por Ti,
mi señor Crucificado,
si siendo de tu ganado,
tanto, Señor, me perdí
cuidando de mi cuidado?

¿Qué perderé yo por Ti,
si, tras haberme ganado,
con tu corazón por mi
a tal punto desgarrado,
tanto, Señor, me perdí
cuidando de mi cuidado?

¿Qué perderé yo por Ti,
que al cuidar de mi cuidado,
tanto, Señor, me afligí,
que acabé desamorado?

Dame, Señor, el perder
cuidarme de mi cuidado.
Y ayúdame a renacer,
oveja de tu ganado,
para así volver a ser,
de tu amor enamorado,
mi Señor crucificado.